¡Viven!: El triunfo del espíritu humano

¡Viven!: El triunfo del espíritu humano

by Piers Paul Read
¡Viven!: El triunfo del espíritu humano

¡Viven!: El triunfo del espíritu humano

by Piers Paul Read

eBookDigital Original (Digital Original)

$2.99  $17.99 Save 83% Current price is $2.99, Original price is $17.99. You Save 83%.

Available on Compatible NOOK Devices and the free NOOK Apps.
WANT A NOOK?  Explore Now

Related collections and offers

LEND ME® See Details

Overview

Bestseller #1 de TheNew York Times: La verdadera historia de un equipo de rugby que recurre a lo inimaginable cuando su avión se estrella en los Andes.

Reinaba el buen ánimo cuando el Fairchild F-227 despegó desde Mendoza, Argentina, con rumbo a Santiago, Chile. Había cuarenta y cinco pasajeros a bordo, entre ellos un equipo de rugby amateur uruguayo y los amigos y parientes de los jugadores. El cielo estaba despejado ese viernes 13 de octubre de 1972 y, a las 15:30 de la tarde, el piloto del Fairchild anunció que se encontraban a 15.000 pies de altura. Sin embargo, un minuto después, la torre de control de Santiago perdió todo contacto con la aeronave. Chilenos, uruguayos y argentinos buscaron el avión durante ocho días pero había nevado con intensidad sobre los Andes y las posibilidades de encontrar los restos eran escasas.

Diez semanas más tarde, un campesino vio a dos hombres con aspecto harapiento  haciendo señas, desesperados, desde el otro lado de un río. Les tiró un pedazo de papel y un bolígrafo envueltos en un pañuelo y los hombres enseguida le devolvieron una nota que leía: “Venimos de un avión que cayó en las montañas”.

Dieciséis pasajeros sobrevivieron. Acamparon en el fuselaje del avión en medio de la naturaleza gélida de los Andes, donde soportaron temperaturas heladas, peligrosas lesiones, una avalancha, y hambre extrema. Cuando comenzaron a acabarse las escasas provisiones de alimento y, luego de oír en la radio que habían logrado armar, que los equipos de rescate habían cesado su búsqueda, las esperanzas de los pasajeros se empezaron a desvanecer. Con el fin de salvar sus propias vidas, estos tuvieron que no sólo mantener la fe, sino que también debieron tomar una imposible decisión: comer o no la carne de sus amigos que habían muerto.

Una historia de resiliencia, determinación, y el espíritu humano, ¡Viven! es un relato conmovedor de una historia de supervivencia desgarradora.

Product Details

ISBN-13: 9781504042895
Publisher: Open Road Español
Publication date: 01/10/2017
Sold by: Barnes & Noble
Format: eBook
Pages: 446
Sales rank: 496,164
File size: 3 MB
Language: Spanish

About the Author

Piers Paul Read es el tercer hijo del poeta y crítico de arte Sir Herbert Read. Nació en 1941 y se crió en North Yorkshire, donde fue educado por monjes benedictinos en el Ampleforth College. Luego de estudiar Historia en la Universidad de Cambridge, vivió dos años en Alemania y, tras su regreso a Londres, trabajó como editor asistente del Times Literary Supplement. Su primera novela, Game in Heaven with Tussy Marx, se publicó en 1966. Sus obras de ficción han recibido los galardones Hawthornden Prize, Geoffrey Faber Memorial Prize, Somerset Maugham Award y James Tait Black Memorial Prize. Dos de sus novelas, A Married Man y The Free Frenchman, han sido adaptadas para televisión y una tercera, Monk Dawson, fue llevada al cine. En 1974, Read escribió su primera obra de reportaje, ¡Viven!El triunfo del espíritu humano, que ha vendido cinco millones de ejemplares en todo el mundo. En 1993 se estrenó la película basada en ¡Viven!, dirigida por Frank Marshall y con la actuación de Ethan Hawke. Entre las otras obras de no-ficción escritas por Read se encuentran Ablaze, un relato del accidente nuclear en Chernóbil; The Templars, la historia de la orden de caballeros templarios durante las Cruzadas; Alec Guinness: The Authorised Biography y The Dreyfus Affair. Read es miembro de la Sociedad Real de Literatura (Royal Society of Literature) y del Consejo de la Sociedad de Autores (Council of the Society of Authors). Vive en Londres.
Piers Paul Read, third son of poet and art critic Sir Herbert Read, was born in 1941, raised in North Yorkshire, and educated by Benedictine monks at Ampleforth College. After studying history at Cambridge University, he spent two years in Germany, and on his return to London, worked as a subeditor on the Times Literary Supplement. His first novel, Game in Heaven with Tussy Marx, was published in 1966. His fiction has won the Hawthornden Prize, the Geoffrey Faber Memorial Prize, the Somerset Maugham Award, and the James Tait Black Memorial Prize. Two of his novels, A Married Man and The Free Frenchman, have been adapted for television and a third, Monk Dawson, as a feature film. In 1974, Read wrote his first work of reportage, Alive: The Story of the Andes Survivors, which has since sold five million copies worldwide. A film of Alive was released in 1993, directed by Frank Marshall and starring Ethan Hawke. His other works of nonfiction include Ablaze, an account of the nuclear accident at Chernobyl; The Templars, a history of the crusading military order; Alec Guinness: The Authorised Biography, and The Dreyfus Affair. Read is a fellow and member of the Council of the Royal Society of Literature and a member of the Council of the Society of Authors. He lives in London.
 
 

Read an Excerpt

¡Viven!

El triunfo del espíritu humano


By Piers Paul Read

Open Road Español

Copyright © 1974 Piers Paul Read
All rights reserved.
ISBN: 978-1-5040-4289-5


CHAPTER 1

Uruguay, uno de los países más pequeños de Sudamérica, fue fundado a orillas del Río de la Plata entre los incipientes colosos de Brasil y Argentina. Geográficamente era una tierra agradable. El ganado corría libre por sus inmensas praderas, y su población se componía de comerciantes, médicos y abogados que vivían modestamente en la ciudad de Montevideo, y de orgullosos e infatigables gauchos en el campo.

La historia de los uruguayos en el siglo XIX está repleta, al principio, de feroces batallas por su independencia contra Brasil y Argentina y más tarde de guerras civiles igualmente crueles entre los partidos Blanco y Colorado, los conservadores del interior y los liberales de Montevideo. En 1904, la última rebelión del partido Blanco fue aplastada por el presidente del Colorado, José Batlle y Ordóñez, que instauró un estado laico y democrático considerado durante muchas décadas como el más avanzado e ilustrado de Sudamérica.

La economía de este próspero estado dependía de los productos agropecuarios que Uruguay exportaba a Europa; mientras los precios mundiales de la lana, la carne y el cuero se mantuvieron altos, Uruguay prosperó, pero en los años cincuenta los precios de estos artículos bajaron y el país empezó a decaer. Entonces hicieron su aparición el desempleo y la inflación que, a su vez, provocaron un gran malestar social. Había exceso de profesionales y estaban mal retribuidos; los abogados, arquitectos e ingenieros — que antes constituían la aristocracia del país — tenían muy poco trabajo y unos sueldos muy bajos. Muchos de ellos se vieron obligados a dedicarse a otras actividades. Sólo los terratenientes del interior tenían asegurada su prosperidad. Los demás trabajaban en lo que podían, en una atmósfera de economía colapsada y corrupción administrativa.

Como resultado de todo esto nació el primer y más conocido movimiento de guerrilla urbana revolucionaria, el de los tupamaros, cuyo objetivo era derrocar la oligarquía que gobernaba en Uruguay por medio de los partidos Blanco y Colorado. Los tupamaros secuestraban a diplomáticos y altos funcionarios del gobierno exigiendo rescate por ellos, y se infiltraron en la policía cuando ésta empezó a combatirlos. Entonces el gobierno recurrió al ejército, que extirpó a estos guerrilleros urbanos de sus hogares de la clase media. El movimiento fue aplastado y los tupamaros encarcelados.

A comienzos de los años cincuenta, un grupo de padres católicos, alarmados por la decantación atea de los profesores de las escuelas públicas — e insatisfechos con la enseñanza del inglés por parte de los jesuitas — invitaron al provincial de los Hermanos Cristianos irlandeses a fundar un colegio en Montevideo. La invitación fue acogida y cinco Hermanos seglares irlandeses acudieron desde Irlanda, vía Buenos Aires, para fundar el Colegio Stella Maris — un colegio para chicos entre nueve y dieciséis años de edad — en el barrio de Carrasco. Las clases comenzaron en mayo de 1955 en una casa del paseo Marítimo o Rambla, bajo el inmenso cielo del Atlántico Sur.

Aunque su español era muy poco ortodoxo, estos Hermanos irlandeses resultaron muy apropiados para las finalidades propuestas. Uruguay estaba muy lejos de Irlanda, pero también era un país pequeño con una economía agraria. La carne para los uruguayos era lo que las patatas para los irlandeses; y la vida allí, como en Irlanda, transcurría pacíficamente. Tampoco la estructura del estrato social uruguayo del que procedían los alumnos les resultaba extraña a los Hermanos. Las familias, que vivían en modernas y confortables casas construidas entre los pinos de Carrasco — el barrio más caro de Montevideo —, eran en su gran mayoría numerosas y mantenían fuertes lazos de unión entre padres e hijos, que persistían hasta la madurez. El afecto y respeto que los chicos profesaban a sus padres se hizo extensivo enseguida a sus maestros. Esto constituyó una buena prueba de lo que habría de ser su buena conducta y, a petición de los padres de los alumnos, los Hermanos Cristianos abandonaron el uso de la tradicional vara disciplinaria.

También pervivía en Uruguay la costumbre de que los jóvenes de ambos sexos siguieran viviendo con sus padres después de acabar los estudios, no abandonando el hogar paterno hasta que contraían matrimonio. Los Hermanos Cristianos se preguntaban a veces cómo en un mundo donde el enfrentamiento generacional parecía ser el espíritu dominante de la época, los ciudadanos uruguayos — o, al menos, los que vivían en Carrasco — habían resuelto ese conflicto. Era como si la tórrida inmensidad de Brasil por el norte y las aguas fangosas del Río de la Plata por el sur y por el oeste, hubieran actuado no sólo como barreras naturales, sino como una concha protectora en un túnel del tiempo.

Los tupamaros no molestaron al Colegio Stella Maris. Los alumnos, provenientes de familias católicas con tendencias conservadoras, habían sido entregados a la custodia de los Hermanos Cristianos, que actuaban con sus métodos tradicionales y conseguían sus fines al viejo estilo. Los idealismos políticos tenían un terreno más abonado entre los jesuitas, que cultivaban el intelecto, que entre los Hermanos Cristianos, cuyo objetivo se centraba en la formación del carácter de sus chicos; el uso generoso del castigo corporal, abandonado a petición de los padres, no era el único medio de que disponían para lograr este fin. El otro era el rugby.

El juego que se practicaba en el Colegio Stella Maris, era, y sigue siendo, el mismo que se practicaba en Europa. Dos equipos de quince hombres cada uno se enfrentan en el campo. No usan cascos ni protecciones y no existen sustitutos. La meta de cada equipo es colocar el balón ovalado en la línea de ensayo defendida por el contrario o dar una patada al balón haciéndolo pasar por encima de la barra y entre los dos postes verticales de la portería en forma de H. Se puede dar patadas al balón, llevarlo agarrado entre las manos o pasarlo a un compañero, pero siempre hacia atrás. El jugador que lleva el balón puede ser "placado" por un contrario que lo derriba de un salto, agarrándolo por el cuello, la cintura o las piernas. El único modo de defenderse es el manotazo en la cara o en el cuerpo del otro jugador.

Si se detiene el juego — como, por ejemplo, cuando un jugador pasa el balón hacia delante — el árbitro toca su silbato y se forma una mêlée. Los delanteros de cada equipo se unen abrazándose y formando algo así como un enorme cangrejo de mar. En la primera línea de esta mêlée se sitúan un hooker — jugador que intenta adueñarse del balón cuando lo introducen por una abertura de la mêlée — y dos jugadores que le apoyan y que ponen la cabeza y los hombros contra los de sus contrarios. Detrás de éstos hay una segunda línea de jugadores, que, para reforzar la primera, colocan la cabeza entre las piernas de los de ésta, empujándoles y sirviéndoles de apoyo. Una tercera fila al final y en los extremos laterales apoya a este frente de choque. El equipo que tiene la ventaja lanza el balón al interior de la mêlée, y entonces el hooker le da una patada sacándolo de ella o los equipos se empujan recíprocamente sin tocar el balón hasta que éste sale a campo abierto. Entonces, los jugadores que refuerzan la mêlée le dan una patada hacia atrás, normalmente hasta donde la pueden recoger los medios, echando el balón a cualquiera de sus jugadores e intentando llegar a la línea de ensayo y marcar un tanto.

Es un deporte muy duro, elegante si se juega con habilidad y brutal si se juega con tosquedad. La fractura de una pierna o de la nariz son frecuentes. Cada mêlée significa un esguince y cada "placado" un jugador sin respiración. No sólo hay que estar en plena forma para correr velozmente durante una hora y media — excepto los diez minutos de descanso —, sino que hay que poder controlarse a sí mismo y tener espíritu de equipo. El jugador que llega a marcar un punto no es por fuerza el mejor, sino el último de la línea que se forma en el ataque al pasar el balón hacia atrás.

Cuando llegaron los Hermanos Cristianos, en Uruguay casi no se jugaba al rugby. En realidad el fútbol era no sólo el deporte nacional, sino una verdadera pasión. Junto al mayor índice de consumo de carne por cabeza, el fútbol era lo único en lo que los uruguayos habían triunfado sobre los demás países del mundo (ganaron los mundiales de 1930 y 1950), y pretender que los uruguayos practicaran otra clase de deporte era como pedir peras al olmo.

Después de haber sacrificado una de las bases de su sistema educativo prescindiendo de la vara, los Hermanos Cristianos no estaban dispuestos a renunciar a la única que les quedaba. Para ellos el fútbol era un deporte de divos, así que pensaron que el rugby podría enseñar a sus muchachos a sufrir en silencio y a trabajar en equipo. Al principio los padres no se mostraron de acuerdo, pero luego acabaron por dar la razón a los Hermanos Cristianos y por reconocer las cualidades del juego.

En cuanto a los hijos, éstos lo practicaron con verdadero entusiasmo, y cuando la primera promoción terminó sus estudios, muchos de los antiguos alumnos no quisieron abandonar el juego ni olvidarse del Stella Maris. Un grupo de ex alumnos pensó fundar una asociación, y en 1965, diez años después de la inauguración del colegio, esta idea se convirtió en realidad. La asociación se llamó Club Old Christians y su principal actividad consistía en jugar al rugby los domingos por la tarde.

En unos pocos años este juego se hizo muy popular — e incluso llegó a estar de moda — y cada verano se inscribían nuevos socios en el Club aumentando así la posibilidad de elegir a los titulares del equipo entre un mayor número de personas. El rugby llegó a alcanzar gran popularidad en Uruguay, y el primer equipo del Old Christians, se convirtió en uno de los mejores del país. En 1968 ganó el campeonato nacional de Uruguay y volvió a repetir la hazaña en 1970. Con el éxito la ambición creció. El equipo atravesó el estuario del Río de la Plata para jugar contra los equipos argentinos, y en 1971 decidió ir más lejos y enfrentarse a los equipos de Chile. Para conseguir su objetivo y que el viaje no saliera excesivamente caro, alquilaron un avión de las Fuerzas Aéreas Uruguayas para volar desde Montevideo hasta Santiago de Chile, y las plazas sobrantes las vendieron entre sus familiares y los hinchas del equipo. El viaje fue un éxito. El primer equipo de los Old Christians se enfrentó a la selección nacional chilena, ganando un partido y perdiendo otro. Al mismo tiempo, habían pasado unas vacaciones en el extranjero. Para muchos, aquélla era la primera vez que salían de su país de origen y que veían también los picos cubiertos de nieve y los glaciares de los Andes. El éxito fue tal que, en cuanto llegaron a Montevideo, empezaron a planear otro viaje para el año siguiente.

CHAPTER 2

Cuando acabó el curso siguiente, se presentaron varios obstáculos que hicieron peligrar sus planes. Por excesiva confianza en sí mismo, el primer equipo de los Old Christians había perdido el Campeonato Nacional Uruguayo frente a un equipo considerado inferior. A raíz de ello algunos dirigentes del club decidieron que no merecían hacer otro viaje a Chile. Otro problema era cómo cubrir las cuarenta plazas del Fairchild F-227 que habría que contratar a las Fuerzas Aéreas. El precio era de 1.600 dólares. Si se cubrían las cuarenta plazas, el precio de ida y vuelta a Santiago hubiera sido de unos cuarenta dólares, menos de un tercio de lo que costaba un viaje normal en cualquier compañía aérea. Cuantos más asientos quedaran libres, más caro resultaría el viaje y, además, tenían que afrontar los gastos de cinco días de estancia en Chile.

Empezó a difundirse la voz de que el viaje podría ser anulado, pero, a pesar de todo, los que querían ir empezaron a reclutar pasajeros entre sus familiares, amigos y compañeros de colegio. Respecto al viaje a Chile había opiniones a favor y en contra. Para los estudiantes concienciados de Ciencias Económicas se trataba de experimentar la democracia marxista bajo el régimen de Allende. Para los que no estaban tan interesados en ello, era la posibilidad de vivir bien por poco dinero. El escudo chileno era débil y el dólar alcanzaba cotas muy altas en el mercado negro. Naturalmente, los Old Christians no estaban obligados a cambiar moneda al precio oficial. Los miembros del equipo tentaban a sus amigos aludiendo a las liberales chicas de las playas de Viña del Mar o a las oportunidades de esquiar en Portillo. La red se fue ensanchando y atrapando a la madre y hermana de un joven aquí o a los primos lejanos de otro allí. Cuando llegó el momento de pagar el alquiler del avión, ya se había reunido el dinero suficiente para cubrir los gastos.

A las seis de la mañana del jueves 12 de octubre de 1972, pequeños grupos de pasajeros empezaron a llegar en automóviles propios o conducidos por sus padres y novias al aeropuerto de Carrasco para iniciar el segundo viaje de los Old Christians a Chile. Aparcaban los coches bajo las palmeras de la zona circundante, un gran espacio cubierto de césped que daba al lugar el aspecto de un club de golf en vez del de un aeropuerto internacional. A pesar de lo temprano de la hora y de los rostros somnolientos, los jóvenes vestían elegantes chaquetas deportivas y se saludaban con entusiasmo. También los padres parecían conocerse entre sí. Con aquellas cincuenta o sesenta personas riendo y conversando parecía que alguien había elegido la sala de estar del aeropuerto para dar una fiesta.

Las únicas personas que, al parecer, conservaban la calma en aquella confusión eran Marcelo Pérez, el capitán del equipo, y Daniel Juan, el presidente de los Old Christians, que había ido a despedirlos. Sin lugar a dudas, Pérez parecía muy contento. Era quien había puesto el mayor entusiasmo en la organización del viaje a Chile y el que más decepcionado se había sentido cuando habían circulado las voces de su anulación. Incluso ahora, cuando ya el viaje era una realidad, se le arrugaba la frente al percatarse de que aún no estaban resueltos todos los problemas. Uno de ellos era la ausencia de Gilberto Regules. El joven no había acudido a la cita con sus amigos, no había llegado al aeropuerto, y cuando le llamaron a su casa nadie contestó a la llamada.

Marcelo sabía que no podían esperar demasiado. Tenían que salir por la mañana temprano, porque era peligroso sobrevolar los Andes por la tarde, cuando el aire cálido procedente de las llanuras argentinas se encontraba con el aire frío de las montañas. El avión ya había salido de los hangares de la base militar y estaba preparado en la pista del aeropuerto civil contiguo a aquélla.

Los chicos recordaban una colmena revoloteando de un lado a otro. Sus edades estaban comprendidas entre los dieciocho y los veintiséis años, pero tenían en común más de lo que parecía. Casi todos pertenecían a la plantilla del Old Christians, y algunos de sus miembros procedían de los colegios de los jesuítas o del Sagrado Corazón situados en pleno centro de Montevideo. Junto al equipo y sus hinchas, viajarían sus amigos y parientes, y otros compañeros de las facultades de Derecho, Agronomía, Ciencias Económicas y Arquitectura, en las que estudiaban los miembros del Old Christians. Tres de los chicos eran estudiantes de Medicina, y dos de ellos pertenecían al equipo. Algunos vivían en los alrededores; otros muchos eran vecinos de Carrasco, por lo que estudiaban en el mismo colegio y profesaban incluso la misma religión. Prácticamente sin excepción pertenecían a la clase más próspera de la comunidad y todos eran católicos.

No todos los pasajeros que presentaron sus billetes en la oficina de Transportes Militares eran miembros del Old Christians o jóvenes. Entre ellos estaba una mujer de mediana edad y algo gruesa, la señora Mariani, que viajaba para asistir a la boda de su hija con un exiliado político en Chile. Había, además, dos matrimonios, también de mediana edad, y una chica muy alta y bien parecida, de unos veinte años, llamada Susana Parrado, que hacía cola con su madre, su hermano Nando y su padre, que sólo había ido a despedirlos.

Una vez facturado el equipaje, los Parrado subieron al restaurante del aeropuerto, desde donde se veía la pista de aterrizaje y pidieron el desayuno. Cerca de la de los Parrado, pero en otra mesa, se sentaban dos estudiantes de Ciencias Económicas, que, como si quisieran hacer notar que eran socialistas, iban vestidos más modestamente que los demás, contrastando sobre todo con Susana Parrado, que llevaba un hermoso abrigo de piel de antílope comprado el día anterior.


Eugenia Parrado, la madre, era natural de Ucrania, y Susana y su hermano eran excepcionalmente altos, de pelo castaño y suave, ojos azules y delicados rostros eslavos. Pero a ninguno de los dos se les podía considerar atractivos. Nando era desgarbado, corto de vista y algo tímido. Aunque joven, y de buen tipo, pero no especialmente atractiva, Susana tenía una expresión seria y poco agraciada.


(Continues...)

Excerpted from ¡Viven! by Piers Paul Read. Copyright © 1974 Piers Paul Read. Excerpted by permission of Open Road Español.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

  • Cubierta
  • Dedicación
  • Prefacio
  • Primera Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5
    • 6
    • 7
    • 8
    • 9
  • Segunda Parte
    • 1
    • 2
  • Tercera Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5
  • Cuarta Parte
    • 1
    • 2
  • Quinta Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5
    • 6
    • 7
    • 8
    • 9
    • 10
  • Sexta Parte
    • 1
    • 2
  • Séptima Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
  • Octava Parte
    • 1
    • 2
  • Novena Parte
    • 1
    • 2
  • Décima Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
  • Undécima Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
  • Duodécima Parte
    • 1
    • 2
  • Decimotercera Parte
    • 1
    • 2
    • 3
  • Decimocuarta Parte
    • 1
    • 2
    • 3
  • Decimoquinta Parte
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5
    • 6
  • Agradecimientos
  • Derechos de autor
From the B&N Reads Blog

Customer Reviews