El Asesor del Presidente: El Ascenso al Poder de Alberto Gonzales

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El Asesor del Presidente: El Ascenso al Poder de Alberto Gonzales

Paperback(Spanish-language Edition)

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Overview

Desafiando las expectativas, estadisticas y estereotipos, Alberto Gonzales se ha convertido en uno de los hombres mas poderosos de America. Gonzales es una figura clave en la administracion de Bush, mantiene puntos de vista espinosos y posiciones muy influyentes acerca de los asuntos que polarizan a la nacion. Su apoyo indiscutible a George W. Bush, cuya presidencia va mas alla de lo controversial, es un estudio fascinante en la politica de la ambicion. Desde su modesto comienzo en Humble, Texas, hasta su rechazo directo a la presion de los disidentes, El Asesor del Presidente, ofrece una nueva perspectiva sobre el hombre cuya influencia sobre uno de los presidentes mas poderosos del mundo impactara, sin duda, no solo este pais sino tambien el resto del mundo.

Product Details

ISBN-13: 9780061120589
Publisher: HarperCollins Publishers
Publication date: 09/19/2006
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 432
Product dimensions: 5.36(w) x 8.12(h) x 1.06(d)
Language: Spanish

About the Author

Bill Minutaglio is an award-winning journalist and author of First Son: George W. Bush and the Bush Family Dynasty and City on Fire. He has written for many publications including Talk, the New York Times, Outside, and Details, among others. His work was featured, along with that of Ernest Hemingway, in Esquire's list of the greatest tales of survival ever written. He lives with his family in Austin, Texas.

Read an Excerpt

El Asesor del Presidente

El Ascenso al Poder de Alberto Gonzales
By Bill Minutaglio

HarperCollins Publishers, Inc.

Copyright © 2006 Bill Minutaglio
All right reserved.

ISBN: 0061120588

Capítulo Uno

Un Sueño

Monseñor Paul Procella, párroco de una pequeña parroquia de Texas que, por casualidad, lleva el nombre de una prostituta de cabellera color fuego, avanza lentamente por los silenciosos y alfombrados pasillos del piso más importante del edificio del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Es el primer jueves de febrero de 2005. Está realizando una visita, una visita privada a uno de los edificios mejor custodiados de Estados Unidos, porque conoce a alguien que conoce a alguien. El sacerdote, un personaje muy importante en su muy unida parroquia de la ciudad de Humble, se encuentra en Washington en pleno invierno porque el hijo de uno de sus feligreses va a tomar posesión de un alto cargo.

En uno de los pasillos hay una secretaria sentada ante un escritorio.

Un letrero sobre el escritorio dice: "Oficina del Fiscal General."

El sacerdote, que no conoce la timidez, se acerca a la secretaria.

"Puedo dar un vistazo?"

Ella levanta la vista: "Sí, claro. Hoy está abierto a todo el que quiera entrar." Entonces, el párroco de la Iglesia de Santa María Magdalena, avanza hacia el interior del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, el cuartel general desde donde se dirigen las batallas dela nación contra el terrorismo y el crimen. Más adelante se encuentra una enorme sala de conferencias, con hermosos y brillantes terminados--y el sacerdote decide entrar. El salón está presidido por una enorme mesa rodeada de sillas. La forma como está dispuesto el recinto le da un ambiente adusto y serio. Sería aquí donde las pesadillas del 11 de septiembre, la sangrienta guerra contra el terrorismo y las tóxicas filtraciones de la CIA serían analizadas, sopesadas y debatidas.

De pronto, Monseñor Procella se da cuenta de que hay alguien en el salón. Sola, sentada en una silla, se encuentra una frágil viejecita de setenta y dos años. No está sentada ante la gran mesa. Se encuentra a un lado, como si no fuera digna de ocupar el lugar en el centro del salón. Permanece en silencio, mirando con asombro a su alrededor, en una enorme soledad--la más pequeña de las personas en la sala de conferencias del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Ese día, por todo Washington y en las páginas editoriales de todo el país, los auto-elegidos, auto-nombrados y auto-ungidos padres de la política y el poder están inmersos en sus versiones de lo que consideran los grandes asuntos del país. Y en ese día el punto principal--El Gran Acontecimiento del Día--tiene que ver con el hijo de esta viejecita. Él es El Acontecimiento.

No lejos de donde ella se encuentra sentada, su hijo mayor está siendo acusado de torturar a la gente con el poder de su pluma--pero también está siendo alabado por su lealtad y su claridad de pensamiento. Está siendo tildado de traidor a su cultura--pero también está sirviendo de inspiración para los jóvenes, para los inmigrantes, en busca del sueño americano. Está siendo vilipendiado por representar las tendencias más detestables de los Estados Unidos--y está siendo elogiado por personificar las ilimitadas oportunidades sin paralelo que ofrece este país. El sacerdote observa a esa mujer que nadie hubiera podido imaginar que alguna vez llegara a encontrarse en el salón de conferencias del Departamento de Justicia. El vacío y el silencio se hacen aún más dramáticos cuando se sopesan contra los candentes eventos y los comentarios relacionados con su hijo que se hacen por todos los corredores de las esferas de poder en Washington.

"Qué haces, María?" le pregunta el sacerdote en voz baja.

La anciana, que una vez fue trabajadora ambulante en Texas, que una vez se agachaba en las candentes plantaciones a cosechar algodón, que jamás pasó del sexto grado en la escuela, se da cuenta de que no está sola. El sacerdote y la madre del nuevo fiscal general de los Estados Unidos se observan mutuamente. Hay 1,416 millas de distancia entre este lugar y la casa de madera de $35,600 dólares de María Gonzales en la estrecha calle Roberta Lane de Humble, Texas. Y esa casa no ha cambiado mucho desde que su difunto esposo le ayudó a construirla en 1958. El vecindario aún no tiene aceras. Todos los antejardines aún tienen cunetas repletas de maleza para llamar la atención de los mosquitos que infectan esta deprimente área del sureste de Texas. Justo frente a su casa, otra de las viejas construcciones de madera del vecindario se encuentra prácticamente en ruinas--parece como si un día se hubiera dado por vencida y se hubiera derrumbado para formar un nudo gordiano de tablones desgastados, cables oxidados y vidrios rotos.

"Me cansé de andar y me senté," respondió por fin la anciana al sacerdote. Se alegraba de que el párroco también hubiera venido a Washington a presenciar la toma de posesión de su hijo. "Me quedaré aquí sentada para descansar un poco."

El sacerdote se sorprendió. En una oportunidad había pensado que lo sabía todo sobre la familia Gonzales. La viuda María es mucho más que una feligresa de Santa María Magdalena. Va a la iglesia tres a cuatro veces por semana. Juega un papel importante dentro de la creciente feligresía mexico-americana. Hay tres mil quinientas familias en la iglesia, aproximadamente mil de ellas hispanas, cerca de trescientas hablan casiexclusivamente español y, a veces, María es la única persona con la que se comunican. Es una de esas personas de baja estatura, tranquilas, de la antigua estirpe de mexico-americanos que parece estar siempre bien, y que simplemente siempre está ahí. María sólo habla cuando le hablan. Nunca cuestiona nada abiertamente--jamás. Su lealtad no es algo que pueda expresarse en palabras, es algo descarnadamente evidente.

Según la describe el sacerdote a los demás: "Pertenece a varios grupos, pero no dirige ninguno. Jamás lo haría. Todo lo hace desde un papel secundario."



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Excerpted from El Asesor del Presidente by Bill Minutaglio Copyright © 2006 by Bill Minutaglio. Excerpted by permission.
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