Cartas de relación

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by Hernán Cortés
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Overview

Las Cartas de relación de Hernán Cortés, son cinco cartas escritas durante siete años y dirigidas al emperador Carlos V de España. Constituyen uno de los testimonios más notables de la historia de la conquista de América.
En sus cartas Cortés describe su viaje a México, su llegada a Tenochtitlán, capital del Imperio azteca, y algunos de los eventos que resultarían en la conquista de México.
En las cinco cartas, escritas durante siete años al emperador Carlos V,  plasmó su intención de conquistar y poblar nuevas tierras, siempre a nombre del rey y para gloria de España.

  • La primera carta escrita por Cortés titulada: Primera carta de relación de la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz a la reina doña Juana y al emperador Carlos V, su hijo, se perdió. Si bien Francisco López de Gómara tuvo una copia e incluyó un breve resumen en su crónica. En 1842 se publicó una carta enviada por la Junta de regimiento de la ciudad de Veracruz, fechada el 10 de julio de 1519. Se titula: «Carta de la justicia y regimiento de la Rica Villa de la Veracruz». La carta de Veracruz o Primera relación está dirigida a la reina Juana y a su hijo Carlos, ya para entonces rey de España.
  • La segunda carta de relación es en primera persona. Es la carta que describe las peripecias de la marcha hacia México Tenochtitlan, la estancia en la capital mexica, el encuentro con los hombres de Pánfilo de Narváez, la huida de la ciudad y la derrota de la Noche Triste.
  • En la tercera carta de relación se narra el cerco a Tenochtitlan y Cortés se describe a sí mismo como un estratega, astuto y valiente. En su narración enfatizó que la tierra no estaba pacificada aún y señaló la importancia de su figura para mantener el control de la población indígena.
  • En la cuarta relación Hernán Cortés explica por qué no había obedecido las instrucciones enviadas por el monarca en 1523. En una misiva el emperador Carlos V le recomendó encarecidamente la prohibición de las ejecuciones de que eran víctimas los indígenas. Además de algunas instrucciones para modificar ciertos aspectos de la administración de la hacienda real. Aquí Cortés intentó convencer al emperador de su eficacia como gobernador de los nuevos territorios ganados para la corona y expone los muchos servicios prestados en su beneficio.
  • La quinta relación, fechada en septiembre de 1526, narra la expedición a las Hibueras, la ejecución de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica y su regreso a la ciudad de México, en donde fue despojado de su título de gobernador.

Product Details

ISBN-13: 9788490070987
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia , #115
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 404
File size: 981 KB
Language: Spanish

About the Author

Hernán Cortés (1485-1547) fue un conquistador español que jugó un papel crucial en la caída del Imperio Azteca y en el establecimiento del dominio español en lo que hoy es México. Nacido en Medellín, Extremadura, España, Cortés estudió inicialmente en la Universidad de Salamanca, pero abandonó sus estudios para buscar fortuna en el Nuevo Mundo.

En 1504, Cortés llegó a la isla de La Española (actual República Dominicana y Haití) y más tarde se trasladó a Cuba, donde se convirtió en un funcionario colonial y acumuló cierta riqueza y experiencia. En 1519, desobedeciendo las órdenes del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, Cortés lideró una expedición a la península de Yucatán. Esta expedición marcó el comienzo de su campaña para conquistar el territorio azteca.

Cortés es conocido por su habilidad como líder militar y diplomático. Formó alianzas con varios grupos indígenas que estaban enemistados con los aztecas, incluyendo a los tlaxcaltecas, lo que fue crucial para su éxito. La combinación de su astucia diplomática, el uso de la tecnología militar europea, y la explotación de las divisiones internas entre los pueblos indígenas, le permitió a Cortés y a su relativamente pequeño contingente de conquistadores capturar Tenochtitlan, la capital azteca, en 1521.

Tras la caída de Tenochtitlan, Cortés se convirtió en el gobernador y capitán general del territorio que llamó Nueva España. Sin embargo, su poder y autonomía eventualmente preocuparon a la corona española, que buscaba más control directo sobre sus colonias. En 1528, Cortés regresó a España para defender su conducta y sus derechos, recibiendo un reconocimiento moderado y el título de marqués del Valle de Oaxaca.

Aunque es recordado como un figura emblemática en la historia de la exploración y la conquista europea en América, la figura de Hernán Cortés es también objeto de gran controversia, ya que su legado incluye la destrucción de culturas indígenas y la imposición de un régimen colonial brutal.


 
 
 

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Cartas de Relación


By Hernán Cortés

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9007-098-7



CHAPTER 1

PRIMERA CARTA-RELACIÓN


DE LA JUSTICIA Y REGIMIENTO DE LA RICA VILLA DE LA VERACRUZ A LA REINA DOÑA JUANA Y AL EMPERADOR CARLOS V, SU HIJO 10 DE JULIO DE 1519


Preámbulo

Claramente parece, cuando en las historias falta el fundamento y principio del recontamiento de las cosas acaecidas, que queda todo confuso y encandilado; y porque en este libro están agregadas y juntas todas o la mayor parte de las escrituras y relaciones de lo que al señor don Hernando Cortés, Gobernador y Capitán General de la Nueva España, ha sucedido en la conquista de aquellas tierras, por tanto acordé de poner aquí en el principio de todas ellas, el origen de cómo y cuándo y en qué manera el dicho señor gobernador comenzó a conquistar la dicha Nueva España, que es en la manera siguiente:

Estando en la isla Española, el año del Señor de 1518 años por gobernadores de aquellas partes de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, los muy reverendos padres fray Luis de Sevilla, prior de la Mejorada, y fray Alonso de Santo Domingo, prior de San Juan de Ortega, frailes profesos de la orden del bienaventurado señor San Jerónimo, a los cuales habían enviado después de la muerte del católico rey don Fernando con la dicha gobernación, los reverendísimos señores gobernadores de España, don fray Francisco Jiménez, Arzobispo de Toledo y Cardenal de España, y Mossior de Trayedo, Deán de Lovaina, embajador del rey don Carlos nuestro señor, que después fue cardenal de Tortosa, y finalmente Papa Adriano Sexto; Diego Velázquez, Teniente de Almirante de la Isla de Cuba, envió el dicho año a suplicar a los padres gobernadores que residían en la isla Española, que le diesen licencia para armar ciertas naos que quería, según costumbre de aquellas partes, enviar a su costa a una tierra que él decía que había descubierto hacia la parte occidental de la dicha isla de Cuba, para saber y bojar la dicha tierra y para traer indios cautivos de ella, de que se pudiesen servir en la isla de Cuba para rescatar en ella oro y las otras cosas que hubiesen, pagando el quinto de todo ello a Sus Altezas, según la orden y costumbre que en aquello había; lo cual los dichos padres gobernadores le concedieron y dieron licencias, y así armó tres navíos y un bergantín y envió por capitán de ellos a un pariente suyo que se decía Juan de Grijalva, mandándole que rescatase todo el más oro que pudiese.

Y es de saber que los primeros descubridores de la dicha tierra fueron otros, y no el dicho Diego Velázquez, según adelante parecerá, los cuales, no sabiendo lo que se decían, la intitularon y llamaron Yucatán, porque los dichos primeros descubridores, como llegasen allá preguntasen a los indios naturales de la dicha tierra que cómo se llamaba aquella tierra, y los indios no entendiendo lo que les preguntaban, respondían en su lenguaje y decían Yucatán, Yucatán, que quiere decir, no entiendo; así los españoles descubridores pensaron que los indios respondían que se llama Yucatán, y en esta manera se quedó impropiamente a aquella tierra este nombre de Yucatán.

Pues como el dicho Juan de Grijalva fuese a la dicha tierra nuevamente descubierta, comenzó a rescatar con los indios de la tierra las cosas que en su navío llevaba, según Diego Velázquez se lo había mandado, y no le dando allí el rescate de tan buena manera como Diego Velázquez quisiera, volvió a Cuba con poco rescate, a donde fue mal recibido de Diego Velázquez, el cual hablando con Fernando Cortés, que a la sazón era vecino y justicia de la ciudad de Santiago en la dicha isla de Cuba, que a la sazón estaba rico en dineros y tenía ciertos navíos suyos propios y era muy bien quisto y tenía muchos amigos en la isla, concertóse Diego Velázquez con él para que entrambos hiciesen una buena armada en que el dicho Fernando Cortés fuese por capitán general de ella en nombre de Sus Altezas, por el poder que para ello le habían dado los padres Jerónimos gobernadores de aquellas partes. Hecho y asentado entre ellos el concierto, puso el dicho Diego Velázquez solamente la tercia parte de los naos de la armada y el dicho capitán Fernando Cortés, puso de lo suyo propio las otras dos tercias partes de las dichas naos y todas las costas que se hicieron en la manda.

Y haciéndose a la vela en el mes de octubre del año del Señor de 1518, y andando costeando por las costas de la dicha isla de Cuba con tiempos contrarios, finalmente salió de la dicha isla de Cuba el dicho Fernando Cortés, Capitán General de la dicha armada, a 12 días del mes de febrero del año del Señor de 1519, para ir a la dicha tierra intitulada Yucatán, con diez naos, las siete de las cuales eran propias del dicho capitán Fernando Cortés, y las tres de Diego Velázquez, y después le alcanzaron otras dos naos que el dicho Diego Velázquez le envió. Así que fueron por todas las naos de la dicha armada, doce entre pequeñas y grandes, en las cuales iban quinientos españoles.

Pues como llegase a la dicha tierra llamada Yucatán, habiendo conocimiento de la grandeza y riquezas de ella, determinó de hacer, no lo que Diego Velázquez quería, que era rescatar oro, sino conquistar la tierra y ganarla y sujetarla a la Corona Real de Vuestra Alteza; y para proseguir su propósito, sintiendo que algunos de los de su compañía temerosos de emprender tan gran cosa, que se le querían volver, hizo un hecho troyano, y fue que tuvo manera, después que desembarcó toda la gente, de dar al través con todas las armas y fustes de la armada, y haciendo justicia de dos o tres que le amotinaban la gente, anegó y desbarató todas las naos, haciendo sacar la madera y clavazón de ellas a la costa, con presupuesto que, viendo los españoles que no tenían en qué volver, ni en qué poder salir de aquella tierra, se animasen a la conquista o a morir en la demanda.

Y éste fue el principio de todas las buenas venturas del dicho capitán Hernando Cortés. Y acertó también esto, que si no lo hiciera, hubiera pocos de los que consigo llevaba que se atrevieran a aquella empresa en tan gran tierra, tan poblada de gentes belicosas, y aunque el capitán le pesara, según los aprietos y peligros en que después se vieron, si las naos estuvieran enteras se le volvieran todos o los más a la isla de Cuba. En esta manera comenzaron a conquistar la tierra donde hacía hechos hazañosos y acometía y emprendía cosas inauditas, en donde según juicio humano, no era creído que ninguno de ellos pudiese escapar, como adelante aparecerá.

Habiendo, pues, el capitán Hernando Cortés calado algo de la tierra, acordó de fundar una nueva población en la cual, echado el principio y tomado su sitio, le puso por nombre y le llamó la Rica Villa de la Veracruz. Y puesto en ella alcaldes y regidores y otros oficios, el dicho capitán general don Hernando Cortés, el concejo, justicia, regidores y tenientes de la dicha villa, acordaron de enviar a España dos procuradores a la reina doña Juana y al rey don Carlos, su hijo, nuestros señores, con las primicias y muestras de las riquezas de aquella tierra que comenzaba en nombre de Sus Altezas a conquistar; y partiéronse los procuradores de la dicha Rica Villa de la Veracruz vinieron a España, y llegaron a Valladolid en el principio del mes de abril del año de quinientos veinte en la Semana Santa, estando el rey don Carlos, nuestro señor, en principio de camino para Alemania, a recibir la corona imperial; y presentaron a su Majestad lo que traían y una carta que el cabildo, justicia y regidores de la dicha Villa de la Veracruz escribieron a Sus Altezas, cuyo tenor es el siguiente:

Muy altos y muy poderosos, excelentísimos príncipes, muy católicos y muy grandes reyes y señores:

Bien creemos que vuestras majestades, por letras de Diego Velázquez, teniente de almirante en la isla Fernandina, habrán sido informados de una tierra nueva que puede haber dos años más o menos que en estas partes fue descubierta, que al principio fue intitulada por nombre Cozumel y después la nombraron Yucatán, sin ser lo uno ni lo otro, como por esta nuestra relación vuestras reales altezas mandarán ver; y porque las relaciones que hasta ahora a vuestras majestades de esta tierra se han hecho, así de la manera y riquezas de ella como de la forma en que fue descubierta y otras cosas que de ella se han dicho, no son ni han podido ser ciertas, porque nadie hasta ahora las ha sabido cómo será ésta que nosotros a vuestras reales altezas escribimos y contaremos aquí desde el principio que fue descubierta de esta tierra hasta el estado en que al presente está, porque vuestras majestades sepan la tierra que es, la gente que la posee y la manera de su vivir y el rito y ceremonias, secta o ley que tienen, y el feudo que en ella vuestras reales altezas podrán hacer y de ella podrán recibir, y de quién en ella vuestras majestades han sido servidos, porque en todo vuestras reales majestades puedan hacer lo que más servidos serán; y la cierta y muy verdadera relación es en esta manera:

Puede haber dos años poco más o menos, muy esclarecidos príncipes, que en la ciudad de Santiago, que es en la isla Fernandina, donde nosotros hemos sido vecinos en los pueblos de ella, se juntaron tres vecinos de la dicha isla, el uno de los cuales se dice Francisco Fernández de Córdoba, el otro Lope Ochoa de Caicedo, y el otro Cristóbal Morante, y como es costumbre en estas islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles, de ir por indios a las islas que no están pobladas de españoles para se servir de ellos, envían los susodichos, dos navíos y un bergantín para que de las dichas islas trajesen indios a la dicha isla Fernandina, para servirse de ellos; y creemos, porque aún no lo sabemos de cierto, que el dicho Diego Velázquez, teniente de almirante, tenía la cuarta parte de la dicha armada. Y uno de los dichos armadores fue por capitán de la armada, llamado Francisco Fernández de Córdoba, y llevó por piloto a un Antón de Alaminos, vecino de la villa de Palos. Y a este Antón de Alaminos trajimos nosotros ahora también por piloto, y lo enviamos a vuestras reales altezas para que de él, vuestras majestades puedan ser informados.

Y siguiendo en viaje fueron a dar a la dicha tierra intitulada de Yucatán, a la punta de ella, que estará 60 o 70 leguas de la dicha isla Fernandina de esta tierra de la Rica Villa de la Veracruz, donde nosotros en nombre de vuestras reales altezas estamos, en la cual saltó en un pueblo que se dice Campeche, donde al señor de él pusieron por nombre Lázaro, y allí le dieron dos mazorcas con una tela de oro por cama, y otras cosillas de oro. Y porque los naturales de la dicha tierra no los consintieron estar en el pueblo y tierra, se partieron de allá y se fue la costa abajo hasta 10 leguas, donde tornó a saltar en tierra junto a otro pueblo que se llama Nochopobón y el señor de él Champotón; y allí fueron bien recibidos de los naturales de la tierra, mas no los consintieron entrar en su pueblo y aquella noche durmieron los españoles fuera de las naos en tierra; y viendo esto los naturales de aquella tierra, pelearon otro día en la mañana con ellos, en tal manera que murieron veintiséis españoles y fueron heridos otros tantos. Finalmente, viendo el capitán Francisco Fernández de Córdoba esto, escapo con los que le quedaron a acogerse a las naos.

Viendo pues el dicho capitán cómo le habían muerto más de la cuarta parte de su gente, y que todos los que le quedaban estaban heridos, y que él mismo tenía treinta y tantas heridas y que estaba casi muerto que pensaría escaparse, se volvió con los dichos navíos y gente a la isla Fernandina donde hicieron saber al dicho Diego Velázquez cómo habían hallado una tierra muy rica en oro, porque a todos los naturales de ella los habían visto traer puesto adellos en las narices, adellos en las orejas y en otras partes, y que en la dicha tierra había edificios de cal y canto, y mucha cantidad de otras cosas que de dicha tierra publicaron, de mucha administración y riquezas, y dijéronle que si él podía enviar navíos a rescatar oro, que había mucha cantidad de ello.

Sabido esto por el dicho Diego Velázquez, movido más a codicia que a otro celo, despachó luego a un su procurador a la isla Española con cierta relación que hizo a los reverendos padres de San Jerónimo, que en ella residían por gobernadores de estas Indias, para que en nombre de vuestras majestades le diesen licencia, por los poderes que de vuestras altezas tenían, para que pudiese enviar a bojar la dicha tierra, diciéndoles que en ello haría gran servicio a vuestras majestades, con tal que le diesen licencia para que rescatase con los naturales de ella, oro y perlas y piedras preciosas y otras cosas, lo cual todo fuese suyo pagando el quinto a vuestras majestades, lo cual por los dichos reverendos padres gobernadores Jerónimos le fue concedido, así porque hizo relación que él había descubierto la dicha tierra a su costa, como por saber el secreto de ella y proveer como al servicio de vuestras reales altezas conviniese. Y por otra parte, sin lo saber aquí los dichos padres Jerónimos, envió a un Gonzalo de Guzmán con su poder y con la dicha relación a vuestras altezas reales, diciendo que él había descubierto aquella tierra a su costa, en lo cual a vuestras majestades había hecho servicio, y que la quería conquistar a su costa, y suplicando a vuestras reales altezas lo hicieran adelantado y gobernador de ella y ciertas mercedes que allende de esto pedía, como vuestras majestades habrán ya visto por su relación, y por esto no las expresamos aquí.

En este medio tiempo como le vino la licencia que en nombre de sus majestades le dieron los reverendos padres gobernadores de la orden de San Jerónimo, diose prisa en armar tres navíos y un bergantín, porque si vuestras majestades no fuesen servidos de le conceder lo que con Gonzalo de Guzmán les había enviado a pedir, lo hubiese ya enviado con la licencia de los dichos padres Jerónimos; y armados, envió por capitán de ellos a un deudo suyo que se dice Juan de Grijalba y con él a ciento sesenta hombres de los vecinos de la dicha isla, entre los cuales venimos algunos de nosotros por capitanes, por servir a vuestras reales altezas. Y no solo venimos y vinieron los de la dicha armada aventurando nuestras personas, más aún casi todos los bastimentos de la dicha armada pusieron y pusimos de nuestras casas, así en lo cual gastarnos y gastaron asaz parte de sus haciendas. Y fue por piloto de la dicha armada el dicho Antón de Alaminos, que primero había descubierto la dicha tierra cuando fue con Francisco Fernández de Córdoba. Y para hacer este viaje tomaron susodicha derrota, que antes que a la dicha tierra viniesen, descubrieron una isla pequeña que bojaba hasta 30 leguas que está por la parte del sur de la dicha tierra, la cual es llamada Cozumel, y llegaron en la dicha isla a un pueblo que pusieron por nombre San Juan de Porta Latina y a la dicha isla llamaron Santa Cruz.

En el primer día que allí llegaron salieron a verlos hasta ciento cincuenta personas de los indios de dicho pueblo, y al día siguiente, según pareció, dejaron el pueblo los dichos indios y acogiéronse al monte, y como el capitán tuviese necesidad de agua, hízose a la vela para ir a tomarla a otra parte. El mismo día, y yendo su viaje, acordóse de volver al dicho puerto e isla de Santa Cruz, y surgió allí, y saltando en tierra, halló el pueblo sin gente como si nunca fuese poblado; y tomada su agua se torno a sus naos sin calar la tierra ni saber el secreto de ella, lo que no debieran hacer, pues fuera menester que la calara, y supiera para hacer verdadera relación a vuestras altezas reales de lo que era aquella isla. Y alzando velas, se fue y prosiguió su viaje hasta llegar a la tierra que Francisco Fernández de Córdoba había descubierto, a donde iba para la bojar y hacer su rescate, y llegados allá anduvieron por la costa de ella del sur hacia el poniente hasta llegar a una bahía a la cual el dicho capitán Grijalba y piloto mayor Antón de Alaminos pusieron por nombre Bahía de la Asunción, que según opinión de pilotos, esta muy cerca de la punta de Las Veras, que es la tierra que Vicente Yáñez Pinzón descubrió y apuntó. La parte y mitad de aquella bahía, la cual es muy grande, se cree que pasa a la Mar del Norte.

Desde allá se volvieron por la dicha costa por donde habían ido hasta doblar la punta de la dicha tierra, y por la parte del norte de ella navegaron hasta llegar al dicho puerto Campeche, que el señor de él se llama Lázaro, donde había llegado el dicho Francisco Fernández de Córdoba para hacer su rescate que por el dicho Diego Velázquez le era mandado, como por la mucha necesidad que tenían de tomar agua. Y luego que los vieron venir los naturales de la tierra se Pusieron en manera de batalla fuera de su pueblo para defender la entrada, y el capitán los llamó con una lengua e intérprete que llevaba y vinieron ciertos indios a los cuales hizo entender que él no venía sino a rescatar con ellos de lo que tuvieran y a tomar aguaje, y así se fue con ellos hasta un jagüey de agua que estaba junto a su pueblo y allí comenzó a tomar su agua y a decirles con el dicho faraute que les dieran oro y que les darían de las preseas que llevaban. Y los indios, desde que aquellos vieron, como no tenían oro que le dar dijéronle que se fuesen, y él les rogó les dejasen tomar su agua y que luego se irían, y con todo eso no se pudo de ellos defender sin que otro día de mañana a hora de misa los indios no comenzasen a pelear con ellos, con sus arcos y flechas y lanzas y rodelas, por manera que mataron a un español e hirieron al dicho capitán Grijalba y a otros muchos, y aquella tarde se embarcaron en las carabelas con su gente sin entrar en el pueblo de los dichos indios y sin saber cosa de que a vuestras reales majestades verdadera relación se pudiese hacer.


(Continues...)

Excerpted from Cartas de Relación by Hernán Cortés. Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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Table of Contents

Contents

CRÉDITOS, 4,
PRESENTACIÓN, 7,
PRIMERA CARTA-RELACIÓN, 9,
SEGUNDA CARTA-RELACIÓN, 46,
TERCERA CARTA-RELACIÓN, 148,
CUARTA CARTA-RELACIÓN, 256,
QUINTA CARTA-RELACIÓN, 304,
LIBROS A LA CARTA, 403,

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